Según el Banco Mundial, la inclusión financiera se define como el acceso de “personas y empresas a productos y servicios financieros útiles y asequibles que satisfagan sus necesidades”.1 En la práctica significa mucho más. La inclusión financiera tiene el potencial de impulsar el bienestar y crecimiento económicos al ayudar a reducir los niveles de pobreza y promover el avance social de un país. Permite que un número cada vez mayor de personas ahorren e inviertan su dinero, lo que a su vez ayuda a mitigar los efectos de la inflación en su presupuesto. También hace posible que las personas realicen y reciban pagos en línea, obtengan préstamos para iniciar nuevos negocios, compren casas, envíen dinero a parientes distantes y accedan digitalmente a salarios o ayuda financiera, por mencionar algunos ejemplos.